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Los voluntarios

Detrás de la ventana los escolares juegan al balón. Y aquí, dentro, están los que fueron niños hace 70 años. Pero otra vez bolígrafos, cuadernos, lápices de color… Otra vez camaradería y pequeños retos: relacionar frases, encontrar palabras, no hundirse en la sopa de letras… Ada –le gusta mantenerse en forma, hacer yoga y todo eso– dice que ha venido al “taller de memoria” como participante, fue una equivocación. El taller es para mayores, los ejercicios que a la gente como Ada le parecen “simplitos”, no son así si tienes 80 años. Ada se ha quedado como una más de los monitores voluntarios. “Es muy gratificante este trabajo”, dice. Gratificante para los participantes y para los voluntarios: sienten unos por los otros un interés recíproco y empatía.

Los voluntarios –son voluntarios de la Cruz Roja que organiza el taller– opinan que para los mayores casi más importante que hacer ejercicios de memoria es tener un motivo para salir de casa, relacionarse. “Hay muchas personas que están solas, y el taller les viene bien para salir, para comunicarse con gente, para no encerrarse. Luego, para que aprendan un poco más, hay muchas personas que no saben ni escribir, les cuesta mucho… Pues todo esto les viene bien para tener el cerebro activo”, – dice Gustavo que es voluntario y que también ha traído al taller a su madre de 79 años.

Aunque pareja madre-hijo solo hay una (Milagros-Gustavo) para los voluntarios los mayores son “sus mayores”, gente conocida de toda la vida, los madres y padres de sus amigos. No se limitan a los contenidos elaborados por los profesionales-psicólogos sino que toman la iniciativa. Intentaron el año pasado enseñar algo más del uso del móvil, aparte de una simple llamada, un intento fracasado, como reconoce Gustavo. Ahora Ada quiere mostrar algo de técnica de respiración del yoga.

…Ya se sabe, la mayoría de los participantes son mujeres, entre ellas muchas viudas. Pero el mayor de edad del grupo es un hombre, Eusebio López, 87 años, viudo y padre de siete hijos. El problema de soledad no es el suyo, dice que cada tarde está aquí mismo (en el Hogar del Jubilado) jugando a cartas, “rodeado de 7 o 8 mujeres”. De niño empezó a trabajar con el ganado, sus cortos estudios le aportaron una caligrafía cuidada. Le gusta escribir, para uso familiar escribió un libro sobre su vida, compone poesías. Esther, una de las voluntarias, hace una observación: esta generación eran niños en la guerra civil, todo era más complicado para ellos pero también, por eso, tenían más ganas de superación.

Esther, por cierto, acaba de incorporarse. Otros trabajan desde que se organizó el taller, este curso, que acaba de empezar, ya es el tercero. Hay voluntarios “veteranos” como Pilar que dice, pensando un momento, que se dedica al voluntariado, en diferentes organizaciones, desde 1992. O Raquel a la que de vista conoce cualquiera porque suele participar en protección civil en todo tipo de festejos. Ellas, más Toñi, la resposable del grupo, su hermana Angelines, Gustavo, Erika, Ada... forman este grupo que hace también otro trabajo muy importante: van a visitar a los ancianos que viven solos.

El taller es para mayores que están bastante bien, que aparte del taller, salen con los amigos a dar un paseo, juegan a cartas. Pero hay muchos que lo tienen más duro. “El otro día vino una mujer que tiene 93 pero no oye, y este es el problema… -dice Gustavo- Por la tarde tenemos visitas a los enfermos. Vamos en parejas. Ver como están, saludarles y darles un poco de conversación para que no se sientan solos. Hay gente que no sale, les visita el trabajador social y las chicas de ayuda a domicilio que les limpian las casa y les compran la comida”. Si los ancianos van a una residencia, los voluntarios les siguen visitando allí. “Necesitamos voluntarios, no de carné sino los voluntarios que se impliquen, voluntarios de carné hay muchos…” - dice Gustavo. Especialmente necesario le parece el trabajo con los niños que tienen problemas en sus familias.

Este grupo de voluntarios de la Cruz Roja “se especializan” en los mayores. Pero hay muchas otras áreas que también exigen gente. Hay programas a nivel nacional, provincial (como el taller de memoria para los mayores), locales.

En estas fechas la asamblea de la Cruz Roja de Sigüenza elabora sus planes para este año y busca contactos con diferentes organismos, como el Ayuntamiento, La Salamandra, ACCEM, etc., para definir las líneas de colaboración. La Cruz Roja siempre trabaja como apoyo a otros “agentes sociales”. Samuel Santos es desde agosto el nuevo presidente de la asamblea de la Cruz Roja de Sigüenza, él es también voluntario. Samuel subraya que “la Cruz Roja es muy importante en el tema de emergencias, ambulancias” pero también ayuda a cualquier persona necesitada. Uno de los programas trata de alimentos para familias más necesitadas, es un programa europeo. “Los trabajadores sociales les localizan y nosotros trabajamos junto a ellos para distribuir estos alimentos. Hablando con personas que conocen Sigüenza, dicen que no pensaban que hubiera tantos necesitados en Sigüenza...” También se buscan “posibilidades para lanzar talleres con chavales”. En definitiva, “necesitamos personas”.

Ahora mismo el centro de la Cruz Roja está abierto los lunes por la mañana, tanto para los que quieran colaborar como para los que necesiten ayuda.

He aquí un pequeño poema escrito por una de los participantes del taller, Saturnina:

Por la acera de mi casa
veo pasar silenciosos
los mayores del asilo
humildes, tranquilos, solos.
Van con sus muchos recuerdos
que no pueden olvidar
sus familias, sus haciendas,
lo que se les quedó atrás.
Van arrastrando sus pies
con la mirada muy baja,
con el bastón en la mano,
su dolor y alguna lágrima.

 

 

 


Viñeta

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