Parece ser que últimamente la realidad resulta anodina si no esta mediatizada por una pantalla. Lo que no se ve a través de ella no existe o se considera como un decorado para algún espectáculo mediático. Así, hace poco se organizó una cacería de zombies en la vecina Atienza, no se sabe con qué resultados.
Esto viene a colación porque de repente nuestra ciudad se le antojó el decorado idóneo a la productora de un programa de pantalleo de cuyo nombre no quiero acordarme. El hecho es que para optar por participar en dicho evento el ayuntamiento accedió a modificar su actividad supeditando sus horarios a que se pudieran sacar unos planos apropiados, prohibiendo el paso por ciertas calles e impidiendo que los bares y comercios realizaran su actividad comercial cotidiana. Incluso parece ser que se tuvo que retirar una señal de circulación en la plaza Mayor porque no daba bien en la grabación. Hasta la iglesia se prestó a ceder sus más valiosos espacios para que evolucionasen los figurantes del programa de gastrorrealidad que, dentro de unos meses, se podrá ver en diferido por la pequeña pantalla.
Algunos ingenuos pensarán que todos estos inconvenientes iban a reportar al municipio algún tipo de beneficio. Pues parece ser que no solo no ha sido así, sino que encima ¡ha costado dinero! Pronto veremos el resultado y comprobaremos los grandes beneficios que van a reportar a Sigüenza las andanzas de Mario Vaquerizo y otros chicos del montón, embarcados en el espectáculo que nos ocupa. Si seguimos esta línea de actuación ¿qué hacemos que no nos hemos apuntado ya al programa “Sálvame”?
Para que la ciudad esté en el “candelabro” se podría celebrar un pleno municipal de luxe en el que se invitara a Bárbara Rey (que se sentiría especialmente cómoda junto al faraónico retrato del emerítisimo, en el salón de plenos), seguro que la escasa asistencia aumentaría de forma exponencial. Se podría también contratar a una Belén Esteban para llevar la gestión de la basura o a un Kiko Matamoros, para que disertara sobre la reconquista de la ciudad por parte del obispo Bernardo de Agén.
La repercusión mediática de estas iniciativas haría que las estadísticas de visitantes se incrementara y que la ciudad, por sus atascos, se convirtiera pronto en el segundo destino más colapsado de la región.