Cambio inesperado en la alcaldía de la ciudad de Sigüenza. Tras hacer un somero muestreo entre la población para conocer los motivos de este vuelco electoral en el consistorio, al parecer todo se resumía en una frase: faltaba movimiento en la ciudad. Se reconocía la buena gestión de las cuentas públicas y la honradez en el gobierno de la ciudad pero parece que para la mayoría algo fallaba, no había suficiente movimiento. Por lo visto para gran parte de la población durante los últimos años las cosas andaban paradas y era necesario un revulsivo que las pusiera en marcha. En que consiste ese anhelado movimiento es algo que no parece que esté demasiado claro. Aventuramos que quizá, siguiendo la senda de la presunta presidenta de la comunidad vecina de Madrid, que reivindica como valor de una ciudad sus atascos, parte de la población lo que echa de menos son las hormigoneras de antaño que, en la época de la burbuja inmobiliaria, hacían retumbar las viejas calles de la ciudad rumbo a las urbanizaciones que hoy languidecen en estado agónico. En una palabra, que la población estaba por el movimiento pero... de tierras. Algunos indicios señalan que por ahí pueden ir los tiros.
Pero para bien o para mal la época del ladrillo es ya difícil que vuelva. El maná no llegará esta vez con los campos de golf, ahora lo que se atisba por el horizonte es la promoción de otro tipo de campos, los eólicos que prometen llenar de dinero tanto las arcas públicas como los bolsillos de algunos, aunque no parece que dicho movimiento circular de las aspas sea demasiado compatible con el actual monocultivo turístico de la ciudad ni con el medio ambiente que lo circunda. Hay otras amenazas en ciernes, las macrogranjas porcinas promocionadas por el gobierno regional, bien es verdad que los hedores que desprenden parece que no son tampoco demasiado compatibles con dicho monocultivo. Parece que, de nuevo, la solución a los problemas de la ciudad es la llegada de un nuevo Mesías que llene de dinero la ciudad. Se trataría, siguiendo un ya antiguo pensamiento servil, de estar a bien con el que manda ya que esto reportará sus frutos. Incluso parece que la máxima autoridad regional, como prometió en campaña, se dignará a aparecer de vez en cuando por la ciudad o incluso puede que oficie alguna homilía desde cierto edificio emblemático dentro de los promocionados marcos incomparables de la ciudad.
Habrá que dar un margen de confianza al nuevo ayuntamiento y esperar que ese movimiento, todavía no concretado, al que gran parte de la población se ha apuntado con entusiasmo, llegue a buen puerto y se traduzca en una mejora en la calidad de vida de la ciudad. Tiempo habrá para calibrar el alcance del movimiento tectónico que ahora se inicia pero esperamos que, como consecuencia de ello, no aumente exponencialmente la devoción a la Virgen de Barbatona y que en la ciudad se acabe implorando aquello tan clásico de “virgencita, virgencita, que me quede como estaba”.