De repente el título de esta sección, “El Parte”, que parecía una reminiscencia de un tiempo pretérito, ha cobrado repentina actualidad. Y es que nuestras autoridades civiles, sanitarias y militares nos amenizan cotidianamente con el parte de la guerra contra el ubicuo virus que nos invade, perorando sobre si hemos superado el pico, aplanado la curva, sufrido un repunte o superado a algún país en macabras estadísticas. Y como estamos en una guerra, hay que cerrar filas y evitar cualquier tipo de crítica sobre la errática actuación a la que asistimos. Todo se hizo como se debió hacer y cualquier discusión solo sirve para alimentar bulos y prolongar nuestra zozobra. Claro que para lograr la unanimidad en el discurso, es necesario un infalible lubricante para tener contentos a los medios: por un lado la publicidad institucional en los periódicos con el eslógan: “este virus lo paramos unidos” y por otro una jugosa subvención al duopolio de las televisiones privadas, para aliviarlas de las posibles pérdidas de publicidad.
Protesta en el Centro de Salud de Sigüenza. Abril de 2019.
La lucha en primera línea de fuego en las trincheras la sufre, como era de esperar, la infantería mal pagada, los servicios sanitarios infradotados durante los últimos años. Ahora habría que recordar las recientes protestas en Centros de Salud y hospitales no suficiente atendidas por las autoridades y vistas con demasiada indiferencia por la población. Son los héroes en esta guerra aunque cuando todo termine seguramente las medallas se las llevarán otros.
Pero junto al parte bélico-sanitario ya se empieza a hablar de lo que en realidad importa, la pasta. Llega la "recuperación", aunque hay discusiones de si será en V, en U, en L o en X, porque el alfabeto tiene muchas letras. ¿Recuerdan los brotes verdes que surgieron nada más pinchar la burbuja inmobiliaria? Pues ya empiezan de nuevo a surgir tras esta lluviosa estación. A todos los niveles se llevan a cabo reuniones telemáticas para relanzar nuestros sectores claves: la construcción y el turismo. Ya se habla de vender nuestro país como un destino seguro, aunque para ello haya que maquillar alguna que otra estadística. Mientras, a nivel local no salimos del mantra de convertirnos en patrimonio de la humanidad. La posibilidad de dejar de vivir del pasado, es decir de lo que hace siglos hicieron nuestros antepasados, al parecer sigue siendo una quimera. Aunque debería hacer pensar el hecho de que el virus se ha cebado en los países que más visitantes reciben en los últimos años: Italia, España, Francia y EEUU...
Aparentemente todo sigue igual durante el coronavirusamiento, solo que en virtual: la Semana Santa virtual (seguimos contabilizando miles y miles de visitantes, aunque sean virtuales) tertulias literarias virtuales, museos virtuales, todo a través de las redes sociales en las que, interactuando con los demás confinados, vamos dejando todos nuestros datos cada vez con más alegría para regocijo de las tecnológicas que luego nos podrán vender con mucha más tino a los anunciantes.
Nos queda el teletrabajo ya que algo hay que producir aunque lo que ahora parece más urgente, los alimentos y los cuidados sanitarios, no resulta demasiado fácil producir sentados ante un ordenador. Nos prometen que, con la tecnología del 5G, cuando hayan llenado el cielo nocturno de lucecitas con satélites podremos interactuar con el frigorífico o con el horno mediante el móvil, aunque también nos venden que los cirujanos podrán teleoperar a distancia. Se habla, al respecto, de que ciertos ludistas de nuevo cuño se dedican a derribar antenas con las onerosas pérdidas económicas que sufren las operadoras de telefonía móvil que tanto servicio nos cobran. Y es que lo que no puede faltar en la sociedad del espectáculo en la que nos encontramos es la banda ancha, es decir el entretenimiento a través de las múltiples pantallas para distraernos del encierro, tenemos ya hasta una comedia al modo del estilo del "aquí no hay quien viva", para dar rienda suelta a nuestras ganas de reírnos en el confinamiento. Y si necesitamos algún jueguecito tecnológico para pasar el rato siempre podemos acudir al comercio on-line dando a una tecla para que en tiempo récord tengamos el producto en la puerta de nuestra casa. Habrá alguien que se hará de oro con este repetido gesto y gente que tenga que trabajar con riesgo para saciar nuestras ansias de consumo. Pero esto evitará que echemos de menos esa recurrente primavera que se despliega afuera sin nuestra presencia dando un respiro, me temo que temporal, a la naturaleza.