Nos acercamos a nuevas contiendas electorales y para afrontarlas con éxito es necesario pertrecharse con una serie de frases que sean capaces de conmover al más gélido auditorio. Apuntamos algunos de estos mensajes fuerza que cualquier candidato que quiera triunfar debería utilizar en sus alocuciones.
En primer lugar en cualquier discurso después del tranquilizador “seré breve” o de la siempre falsa modestia del “no soy orador”, no debería faltar la oportuna mención al edificio “emblemático” desde el que se pronuncia, que inevitablemente siempre estará situado en el marco “incomparable” de la localidad.
Conviene partir de que vivimos en tiempos “complejos y difíciles” pero que esta circunstancia, lejos de “llevarnos al desánimo” que siempre es “estéril” debe actuar como un acicate para “afrontar los problemas”. ¿Cómo hacerlo? Aquí hay que responder que es necesario “un cambio” y para llevarlo a cabo resulta imprescindible adoptar una “nueva hoja de ruta”. Aunque esto suele ser suficiente, en ocasiones resulta más efectivo prometer “una regeneración colectiva”, que siempre deberá ser “profunda” y que deberá estar guiada por un “objetivo irrenunciable”. Aquí, tras una pausa para tomar aire, es obligado mentar a la bicha: “el empleo”, añadiendo que “afortunadamente ya empieza a brotar” de la mano de unas “reformas” que siempre son “estructurales”.
Tras elogiar a la sociedad por los sacrificios que ha tenido que hacer, a causa de la “desastrosa herencia recibida”, resulta conveniente destacar que estamos empezando “a recuperar el pulso” y que sin duda “nos encaminamos por la senda del crecimiento”. Para que no haya confusiones hay que precisar que este crecimiento debe estar, no al servicio de los animales ni de las cosas, sino “al servicio de las personas”.
Apoyándose en estos brotes verdes se puede prometer sin rubor cualquier cifra redonda: dos, tres, cinco millones o diez millones de empleos a los que siempre habrá que añadir “otros tantos indirectos”. También se puede optar, para no liarse con las siempre farragosas cifras, que se está sin más “por el pleno empleo”.
Siempre es eficaz añadir en cualquier alocución aquello de que “formamos parte de un tronco común” que como todos los troncos, por su naturaleza, “es indisoluble”. También es obligado elogiar el “espíritu emprendedor y aventurero” de los jóvenes que, cada vez más, “buscan nuevas experiencias en el exterior”. Hay que hacer hincapié en que para conseguir acercarnos “a los países de nuestro entorno” será necesario “aunar esfuerzos” para “poner en valor” nuestras potencialidades y conseguir así “ser más competitivos.”
Después de conceder que “aún queda mucho por hacer”, hay que confiar en “la madurez del pueblo español” que siempre es “proverbial” y transmitir por último un “mensaje de esperanza” que nos permita “apostar” por un “ilusionante proyecto colectivo".