Presentamos los cuatro principales vinos que aspiran a convertirse en los preferidos de los comensales de nuestro país. Damos unas someras indicaciones sobre sus características organolépticas para evitar que se produzca una cata a ciegas. Debemos advertir que el gusto es del consumidor y que, una vez elegidos, con su pan y otras viandas cada vez más escasas, se los tendrán que beber en los próximos años. Sin duda existen otros buenos caldos de denominación de origen catalana, vasca o gallega así como otros de mayor graduación pero aún no han alcanzado la visibilidad mediática de estos cuatro que hoy se rifan todos los enólogos en sus espectáculos de cata plasmática.
Mariano Rajoy. Cosecha del 55. Vino de viñedos viejos que cuenta con una persistente crianza en roble americano. A la vista es pálido, turbio y pajizo con un matiz azufrado. En nariz destacan olores a brea que se acentúan en el movimiento en copa a la deriva. En boca es corto, desvaído y algo pastoso. El final es fatigado, astringente y en ocasiones puede salir picado. Contiene un gran número de sulfitos. Gana mucho acompañado de pimientos de Padrón.
Pedro Sánchez. Cosecha del 72. Nos encontramos con un caldo de color rojo desvaído criado en tan solo seis meses de roble americano. De entrada su mezcla de uvas jóvenes y añosas nos da un vino con cuerpo pero al que le falta carácter. En nariz destacan los aromas florados con olor a pétalos de rosa en descomposición. En boca es generoso aunque con un punto de acidez hueca. Ideal para acompañar platos de caza menor como la perdiz mareada.
Albert Rivera. Cosecha del 79. Se trata de un clarete ambarino acorchado, poco consistente y pendiente de evolución. En nariz apreciamos matices volátiles de baja intensidad junto a aromas poco expresivos. En boca resulta frutoso, algo abocado pero con un final burbujeante. Tomado sin medida puede convertirse en cabezón. Acompaña muy bien a platos de mucha pasta, pescados azules y patos a la naranja.
Pablo Iglesias. Cosecha del 78. Estamos ante un caldo joven de llamativo color violáceo que invita al trago fácil y sin complejos. En nariz se aprecia un aroma picante intenso. En boca su acidez tropical se compensa con el sabor de los taninos terrosos del sotobosque autóctono. Puede mezclarse con gaseosa para evitar que se convierta en peleón. Este singular morapio se deja beber acompañado de tortilla de patata con cebolla.
También existe la opción de renunciar a la cata aunque eso no evitará las consecuencias del general trasiego de vino entre los catadores compulsivos. Advertimos a los que se declaren abstemios, que aún sin probar una gota de estos caldos que ofrece el mercado, pueden acabar convertidos en verdaderos bebedores pasivos.