Astrofísicos de la galaxia han constatado con decepción que no existe, como en un primer momento se había sospechado, vida inteligente en el planeta Arriet. Por el contrario allí se está produciendo un curioso fenómeno de autodestrucción como nunca se había visto en el cosmos. Una de las formas de vida del planeta, a la que no se puede considerar inteligente, ha entrado en los últimos tiempos en un acelerado proceso de entropía que, de seguir por la misma senda, se teme que en pocos años habrá acabado con cualquier vestigio de vida en aquel planeta.
Uno de los síntomas más alarmantes de este proceso es la multiplicación exponencial de la especie que en pocos milenios se ha convertido en una verdadera plaga. En la actualidad se compone de siete mil millones de individuos y se cree que en medio siglo llegará a los diez mil millones si no se autodestruye antes.
Tienen la costumbre de criar y mantener esclavizadas a otras especies a las que consideran de utilidad, para al final, sacrificarlas y emplearlas como alimento. Su sistema de producción masiva de comida, en el que se emplean productos tóxicos, en vez de nutrir de manera sana a su población, provoca graves enfermedades. El resto de los seres vivos que pueblan el planeta, que no consideran útiles, a los que denominan alimañas o malezas, está siendo exterminado sin piedad. La especie dominante ni siquiera respeta a sus propios congéneres y hay luchas mortales permanentes entre las diferentes tribus por acaparar los escasos recursos que quedan en el planeta.
Otro de sus locos empeños es el de horadar la superficie del planeta en busca de materiales para fabricar todo tipo de utensilios cada vez a mayor velocidad, actividad a la que denominan desarrollo. La mayoría de los frutos de esta actividad extractiva dejan de ser útiles a los pocos años y son reemplazados por otros, de tal modo que el planeta, por los desechos acumulados, se asemeja a un basurero. Muchos individuos de esta especie se desplazan usando como prótesis máquinas humeantes que, al moverse de un lugar a otro, envenenan la atmósfera provocando además un aumento de la temperatura, lo que hace cada más difícil vivir allí. Un síntoma de la irracionalidad de esta especie es que el deporte más popular del planeta se practica con los pies en vez de con la cabeza.
Desde la infancia se dota a los individuos de la especie de un gran número de pantallas brillantes, unas de gran tamaño a las que permanecen atentos durante horas en sus guaridas y otras más pequeñas que llevan siempre consigo y consultan sin cesar. Dicha actividad compulsiva les impide mirar a su alrededor y apercibirse de la destrucción que les rodea por doquier.
Las autoridades estelares han establecido un cinturón sanitario para impedir que individuos de esta destructiva especie, donde todo funciona al revés, puedan salir de Arriet y contagiar su suicida forma de vida a otros puntos de la galaxia.