Los primos abajofirmantes, miembros de la gran familia carpetovetónica, manifestamos que ligados como estamos durante siglos a un caserón común, no podemos permitir que la prima Nuria decida por su cuenta abandonar el hogar familiar con la disculpa de que no se encuentra a gusto en nuestra compañía y de que erosionamos su patrimonio. Como súbditos obedientes y sumisos al actual padrino de padrinos hereditario que rige la comunidad de propietarios, nos negamos a que se permita a nuestra prima colocar tabiques a su antojo.
Ya desde los primeros tiempos de la refundación de la familia en el lejano 1939, cuando la casa solariega se encontraba en ruinas, la prima Nuria empezó a mostrar falta de respeto al resto de la familia negándose a comunicarse en el idioma común y adoptando una jerigonza poco comprensible para los demás primos. Aunque en un primer momento tratamos de corregir lo que consideramos una tara congénita, al final, ante su obcecación, tuvimos que transigir en que utilizara su jerga en la intimidad siempre que no tratara de inocularla en la educación de su prole.
Su carácter huraño y cicatero disfrazado de laboriosidad tampoco ha contribuido a granjearse la simpatía de sus otros primos. Debido a su terca insistencia (a la que hay que sumar la de la impulsiva prima Amaya, todo hay que decirlo) tuvimos que dividir nuestra antaño amplia morada con la fachada al sol, en compartimentos estancos regidos por un padrino habitacional sin perjuicio de tener que aportar un óbolo común para remunerar al gran padrino del inmueble en su condición de casero rentista.
Pero la prima Nuria, no contenta con su privilegiada habitación con vistas al mar, no ha cejado en ningún momento de causar problemas a la comunidad. En repetidas ocasiones se ha mostrado remisa a aportar su renta alegando sus muchos gastos. Incluso se ha negado a atender las llamadas para que abriera su habitación del padrino ecónomo para inspeccionar si su mobiliario estaba colocado según las normas arquitectónicas o había hecho cambios sin pedir permiso. Pero lo peor fue cuando supimos que, a hurtadillas, había habilitado una puerta de servicio a través de la cual se comunicaba con el vecindario de otros adosados ajenos a la comunidad, haciendo caso omiso de las más elementales reglas de convivencia.
Algunos piensan que lo que verdaderamente quiere la prima Nuria, de proverbial codicia, es apropiarse del ático adyacente para poder tender allí su ropa sucia una vez convenientemente lavada. Aunque algunos ingenuos piensan que permitir ese nuevo desafuero puede hacer que desista de sus intentos de emanciparse, creemos que permitir sus caprichos solo crearía un agravio comparativo con los demás primos que hemos permanecido siempre acatado las normas del padrinaje común.
Pensamos que el único método para superar este momento crítico en nuestra convivencia y hacer entrar en razón a la prima Nuria es irrumpir en su habitación por el expeditivo método de la patada en la puerta y lograr de este modo la vuelta a la concordia familiar. Todo ello sería posible hacerlo, invocando el artículo 8º que afirma la indisolublemente unidad de nuestro Régimen de Comunidad de Bienes que, para todos los primos sin distinción, elaboraron nuestros abnegados padrinos en el año de gracia de 1978.
Los primos abajofirmantes (Por la transcripción: Dascanio)