Durante un reciente viaje a Galicia constaté con alarma y cierta aprensión el surgimiento en aquellas brumosas tierras de un cada vez más consolidado partido froilanista. Propugnan restituir la legitimidad borbónica que ellos piensan usurpada por Felipe “el Preparao”, al que consideran un rey consorte que, guiado por las malas artes de una antigua locutora de televisión, dirige sobre el papel los destinos del reino. Al parecer los froilanistas gallegos, invocando la Ley Sálica que impide a las mujeres reinar, han proclamado ya su lealtad inquebrantable al infante don Froilán.
Mis temores vienen de que en esto como en otras cosas Sigüenza corre el riesgo de quedarse atrás y perder de nuevo el último tren. Para evitarlo propongo, aprovechando el secular tradicionalismo de nuestro municipio, hacer de la ciudad episcopal el principal baluarte froilanista del país.
Se trata de hacer de nuestra urbe un foco desde el que se irradie un nuevo borbonismo legitimista. Para ello me baso en la reiterada y significada presencia en las instituciones educativas de la ciudad de don Felipe Juan Froilán de Todos los Santos de Marichalar y Borbón. Muchos pensamos que la capacitación del susodicho, tras el paso por la ciudad, puede ser notablemente superior a la del muy “preparao” actual titular la corona.
Para honrar esta presencia en nuestros lares que nos llena de orgullo y evitar que un hatajo de desaprensivos gallegos hurten estas nuevas señas de identidad, propongo que se cambie el nombre de la ciudad, trocando el plebeyo nombre de Sigüenza por el más aristocrático de Señorío de Froilán. Para los más influidos por las películas de Walt Disney está denominación podría sustituirse con ventaja por la más sencilla de Froiland.
Para conseguir que este cambio no se quede en algo puramente semántico hay que ponerse a trabajar ya e implementar unas medidas urgentes. Habría que aprovechar cualquier peñasco de la comarca donde caiga un rayo en la próxima tormenta y consagrarlo de inmediato a San Froilán. Según cuenta la leyenda, este santo se introdujo brasas encendidas en la boca sin sufrir la más mínima quemadura. Proeza esta que resulta mucho más mediática que el simple hecho de proteger de la peste como hacía nuestro San Roque. Este santo, que no olvidemos es un advenedizo en nuestra ciudad, tras perder su patronazgo, debería retirarse a un segundo plano haciendo que su perro le lamiera las heridas.
A partir de ahí se podría crear una nueva Cofradía con el nombre de los Hermanos del Fuego de San Froilán que peregrinara todos los años al roquedo convertido en santuario y con el tiempo instalar allí un Centro de Interpretación Froilanista. El nuevo culto a San Froilán, contando con el apoyo literario de algún conspicuo cronista provincial y encargando su iconografía a la pléyade de artistas locales afines a la causa, podría aunar sinergias con la naciente corriente legitimista. Con el tiempo el froilanismo seguntino, siguiendo la senda carlista, podría liderar un levantamiento popular castellano-manchego que luchara por los derechos del nuevo pretendiente al trono.
Por último la creación de un Instituto de Estudios Froilanescos con cursos de varias especialidades como: genealogía aplicada, balística, hagiografía y alquimia contemporánea, podría poner en valor el Señorío de Froiland (o San Froiland, para los más piadosos) y convertir la ciudad en un nuevo polo de atracción turístico-cultural.
Solo habría que conseguir que apareciera el coche de Google y millones de turistas de los países emergentes de oriente vendrían presurosos a conocer in situ el primer hito froilanista mundial.