Se trata de esas pequeñas mentiras que nos decimos unos a otros como un lubricante en las relaciones sociales cotidianas.
“Vuelvo en diez minutos”. Este es un mensaje que aparece repetidas veces cuando nos urge acceder a un comercio o a una oficina. Aparte de que cuando lees el mensaje nunca sabes el tiempo que ha transcurrido desde que fue colgado, además aquí rige la teoría de la relatividad, esos diez minutos pueden convertirse en media hora, una hora o, en el peor de los casos, en toda una mañana. Podemos encontrarnos con variaciones en el mensaje pero con resultado similar como ese ambiguo: “vuelvo enseguida”. El término de “enseguida” supone introducir cierto sadismo al reportar al incauto una improbable esperanza. La modalidad “vuelvo dentro de un rato” es para echarse a temblar porque el concepto de “rato” resulta indescifrable para cualquier mortal. A veces nos encontramos aliviados con otro mensaje, “estoy en el bar de al lado” que valoramos por su precisión y porque nos permite encontrar a nuestro interlocutor en cierta localización espacial. Aquí la incertidumbre es saber en qué estado se encuentra el que anuncia su presencia en dicho lugar. Nunca sabemos cuando le abordamos si el vino con el que nos saluda jovialmente es el primero o por el contrario le ha dado tiempo de vaciar una botella.
En las ocasiones en que, demandando cualquier cosa con urgencia, nos encontramos milagrosamente con una oficina o un local abierto, podemos topamos con otras frases hechas que, por la experiencia adquirida, nos llenan de desaliento. Una de ellas es “a ver si encuentro un momento y te lo miro”. El sentido condicional de la frase no augura nada bueno aunque deja al azar la posibilidad de que nuestro interlocutor, entre sus múltiples ocupaciones, encuentre ese inefable momento que le permita satisfacer nuestra demanda. Otra de las frases más utilizadas es aquella de “mañana te digo algo”, aquí la incertidumbre es doble, por una parte sabemos que el concepto de mañana es tan elástico que se puede referir a cualquier día de la semana o lo que es peor, al mañana en abstracto, concepto cuya temporalidad resulta bastante aleatoria. En cuanto al resto de la frase “te digo algo” es, si cabe, mucho más enigmática, ya que ese “algo” puede referirse a cualquier cosa, positiva o negativa.
Por último hay una respuesta que nos desarma y contra la que es imposible luchar. Ante ella doblamos la cabeza y cabizbajos nos sumergimos en la melancolía pensando como Felipe II ante la derrota de la “Armada Invencible” que no mandaste tus barcos a luchar contra los elementos: “ahora no puedo hacer nada, me he quedado sin conexión”.
Respecto a las mentiras piadosas por teléfono, aunque el método más drástico es directamente abstenerse de contestarnos cuando nuestro número ha sido caracterizado con el inapelable calificativo de “pelmazo”, hay también otras fórmulas que desarman cuando las oímos de alguien que se autodefine como “yo solo soy un mandao”. Las más comunes son: “déjeme su número de teléfono que ya le llamará el que lleva esto”, respuesta inquietante porque es bien sabido que ese “ya le llamará” presagia una espera interminable. Peor es la modalidad “llame en cinco minutos a ver si ha llegado” que hará que tu factura telefónica suba cada vez que compruebas cómo esos cinco minutos también adolecen de una extrema flexibilidad.
En tiempos de penuria como los que corren sin embargo la tarea más ardua con la que nos encontramos es la de tratar de cobrar alguna pequeña deuda. La respuesta más habitual es aquello de que “ahora me viene mal”. Resulta inútil tomar al pie de la letra la frase porque invariablemente al que te lo dice nunca le vendrá bien pagar. La frase suele ir acompañada por otra que solo teóricamente permite cierta esperanza: “pásate la semana que viene a ver si tengo el dinero”, esperanza que, con el paso del tiempo, inevitablemente se desvanece.
Hay otra clase de mentiras como las promesas de algunos políticos en periodos electorales, muchas informaciones de los medios de manipulación de masas o ciertas ofertas de las empresas energéticas y de telefonía, pero en estos casos las mentiras dejan de ser piadosas para convertirse con frecuencia en estafas…