El Homo Tactilis, también conocido por e-Homo (abreviatura de electronic Homo o ecce Homo), fue una subespecie de los homínidos que, fruto de una fatal mutación, se extendió por toda la faz de la tierra durante la primera mitad del siglo XXI, época que algunos clasifican con el neologismo del Oligofreno. El Homo Tactilis desplazó rápidamente a su antecesor, el Homo Sapiens que, en la llamada revolución cibernética, fue incapaz de competir con las nuevas tecnologías utilizadas por su competidor, quedando confinado a pequeñas reservas situadas en los lugares más inhóspitos del planeta.
Esta subespecie humanoide se caracterizaba por utilizar tan solo el cerebro reptiliano, habiendo sustituido voluntariamente el resto de su capacidad cerebral por avanzadas prótesis inteligentes. En sus enterramientos se han encontrado multitud de artefactos en forma de pequeñas tablillas pulimentadas que portaban desde la infancia hasta la tumba que les facilitaban las funciones vitales e interactuar con su entorno. Los investigadores creen que el Homo Tactilis perdió por falta de uso su capacidad oral, ya que se comunicaba con las yemas de sus dedos mediante pequeños impulsos eléctricos en dichas tablillas, de ahí el nombre científico de la especie. Estos humanoides creían en la transcendencia y adoraban a la Nube, una diosa que guiaba todo su comportamiento. Se conectaban sistemáticamente a ella cuando tenían que hacer frente al más mínimo problema.
Según ciertas hipótesis, la colisión de un asteroide fue el causante de la desaparición de la especie. Su impacto sobre la tierra provocó una intensa actividad volcánica que interrumpió todas las conexiones planetarias. El saber de su tiempo, almacenado en grandes máquinas virtuales, se perdió sin remedio. Al no poder recurrir a la Nube y perdido el hábito de pensar por su cuenta, los e-Homo fueron incapaces de adaptarse al nuevo entorno.
Otros expertos piensan que para entonces el Homo Tactilis se encontraba ya en un avanzado estado de regresión. Su capacidad en las últimas etapas evolutivas se reducía a indicar que algo o alguien les gustaba o no y a la decisión de seguirlo o destruirlo. También sus manifestaciones artísticas acusaban esta decadencia ya que eran incapaces de dibujar algo más que sus nombres que garabateaban compulsivamente en las paredes de sus asentamientos. Otro síntoma del declive fue que terminaron utilizando la fotografía solo para plasmar su propia imagen. Sin más agregaban en sus tablillas como enemigos a sus propios congéneres y una de sus ocupaciones favoritas era tratar de acabar con ellos mediante avanzadas armas táctiles de destrucción masiva. Los fenómenos atmosféricos derivados del impacto del meteorito, que achacaban a un castigo por sus pecados contra la Nube, al parecer tan solo contribuyeron a acelerar el declive de su estirpe.
Quizá el golpe final a las últimas poblaciones de Homo Tactilis, que incapaces de sentir empatía por sus semejantes, vagaban desconectadas sin rumbo por el planeta, viniera del encuentro con el desplazado Homo Sapiens, un homínido que aún conservaba intactas todas sus neuronas. Una de las incógnitas que se nos plantean es si en algún momento de su historia el Homo Tactilis, la especie fallida, pudo mezclar sus genes con nuestra especie. Si así fuera, habrá que estar muy atentos por si esa semilla del diablo permanece latente entre nosotros y pudiera de nuevo volver a reproducirse el proceso que, en la mitad del siglo XXI, estuvo a punto de extinguir el ancestral linaje de los homínidos.