Recientemente hemos sabido que en Madrid con el consenso de casi todos los grupos políticos y con la sola excepción de la desesperanzada bancada popular, inmersa en su lucha contra los fantasmas, se ha propuesto instalar una placa conmemorativa del 15-M en la Puerta del Sol. Creemos que esta medida, aunque digna de encomio, no es suficiente y se queda corta en el reconocimiento del movimiento de los indignados.
Lo que habría que hacer es crear allí un verdadero mausoleo que sirviera para exorcizar y poner a buen recaudo las señas de identidad de aquel movimiento que surgió en Madrid hace cinco años aposentándose durante unos meses en la Puerta del Sol. Ahora que esta plaza se va a quedar huérfana del patrocinio de la operadora de móvil que alquiló a buen precio su nombre, habría que aprovechar la ocasión para adquirir su propiedad y renombrarla como Plaza del XV-M (sugerimos los números romanos para dotar al nombre de mayor solemnidad).
Aprovechando que se acerca el V Aniversario del movimiento se podría crear un Consorcio del XV-M que se encargara de programar unos fastos conmemorativos de la indignación. En primer lugar proclamar una Semana Laica en torno al 15 de mayo y dar días 7 días de asueto a aquellos que acreditaran fehacientemente haber pululado por la Puerta del Sol en las fechas en que acampó allí el afamado movimiento.
Otra medida a estudiar sería la organización de una peregrinación a Sol desde todos los puntos de la península, denominada Camino de Indignados o Ruta del Cabreo. En ella los devotos quincemayistas, portando capirotes con la marca XV-M, marcharían recitando sin desmayo la letanía del “no nos representan” y otras plegarias, reivindicando así el añorado idus de mayo de 2011. La llegada de los peregrinos podría ser aprovechada para organizar una muestra de moda XV-M, al estilo de la pasarela Cibeles, para impulsar el estilismo de vanguardia.
Para acercar los valores del XV-M a nuestros púberes no estaría de más organizar un concurso escolar con el lema ¿Qué es un quincemayista para ti? El objetivo del certamen sería que los escolares se imbuyeran del espíritu indignado, algo necesario para labrarse un provechoso porvenir en la emigración. El ganador sería recibido en audiencia por un indignado desconocido, papel que podría desempeñar cualquier concejal del ayuntamiento, provisto de un disfraz que ocultara su desnudez.
Otra iniciativa valiente consistiría en organizar espectáculos de marionetas para niños a los que se permitiría asistir a adultos siempre que fueran acompañados. Los mayores, libres de las inhibiciones propias de de la infancia, darían rienda suelta a sus instintos acusando a unos guiñoles, convenientemente vestidos de alcahuetas, de enaltecimiento del titiriterismo y de humillación a los jueces. Con este teatrillo iconoclasta, retransmitido en directo por todas las televisiones en horario de adultos, se intentaría, que no quedara un solo títere con cabeza, con el consiguiente aumento de la audiencia.
Por último se podría crear la marca de culto “Madrid XV-M: capital de los indignados” como reclamo para atraer visitantes y fomentar así el decaído turismo capitalino.